manocruel ©: 08/01/2004 - 09/01/2004

26.8.04

CIRCUNFERENCIA

Había una vez un hombre que con la mirada recorría los balcones buscando flores carmesí que le cayeran sobre los párpados como lluvias de besos de labios de las mujeres que nunca tendría.

Salía de noche a disputarse las montañas de podredumbre con los perros abandonados de todo desde siempre y regresaba a casa de madrugada, sucio, despellejado y muerto de frío, a reencontrarse consigo mismo y con esa soledad que lo guardaba como un ángel, pero que a menudo lo dejaba por algún otro o tarareaba canciones idiotas o compraba revistas que no leería queriendo matar el tiempo hasta que él volviese.

Pero el tiempo es un highlander que no muere por más que insista en suicidarse. Por eso transcurría a pesar suyo (de ambos), que no hacía distinta cosa que mirarlo transcurrir, rigurosamente contabilizado en horas y minutos, aunque no fuera más que por saber cuando acostarse y cuando levantarse para mirar pasar los minutos y los segundos.

Era obsesivo al punto de no soportar que los cordones de la vereda estuvieran siempre desatados y con meticuloso empeño los anudaba en sueños, noche tras noche, y al terminar fumaba sentado sobre alguno de los tantos nudos que había hecho y con la mirada recorría los balcones buscando flores carmesí que le cayeran sobre los párpados como lluvias de besos de labios de las mujeres que nunca tendría.



17.8.04

QUERIDO JUAN



El 17 de Agosto a las 19:00 Hs. se inaugurará la muestra conmemorativa del reconocido artista plástico JUAN IBARRA, en la ASOCIACIÓN ESTIMULO DE BELLAS ARTES.

En ella se reúnen obras retrospectivas e inéditas del pintor argentino.
Desde el 17 al 28 de Agosto, en la Asociación Estímulo de Bellas Artes,
Av. Córdoba 701, esquina Maipú, Ciudad de Buenos Aires.

La entrada es gratuita

12.8.04

QUERIDA PAPELERA DE RECICLAJE


Si regularmente tengo que recordarme algunas cosas e invocar una suerte de rosario de rectificaciones que me (re)ubiquen, es porque las (im)posturas prolongadas me hacen doler la espalda. La tarea de arrancarme las togas, las sotanas, los uniformes o las muletas con los que a veces me acuesto y me levanto, y que me estorban como esas moscas pesadas que rondan en verano, es una necesaria profilaxis que debo imponerme cada cierto tiempo.

Si, en tanto seudo, cualquier (im)postura es un deslugar (común), una trampa caza-bobos en la que caigo con recurrencia e ingenuidad desde que tengo memoria, es porque -no obstante las apariencias menos aparentes- soy un poco bobo e ingenuo recurrente, sin dudas.

Parecer (según parece) es mucho más difícil que ser (muy a mi pesar que, sin embargo, suelo parecer con más frecuencia de lo que quisiera ser). Y si me digo "difícil" en lugar de "dificultoso" es porque estimo sensiblemente pretencioso parecer dificultoso, cuando es perfectamente posible y (valga) fácil ser, con toda dignidad, difícil.

¿Que qué? No importa, no vale la pena.

Tras lo antedicho se impone entonces la siguiente paradoja inquisitorial: ¿para qué ser difícil si se puede ser fácil? Bueno, ese es otro asunto.

El cabo de la cosa es que uno (salvo diagnóstico de esquizofrenia) es sólo -o puede ser elegantemente- una o dos cosas, aunque admisible hasta cuatro o cinco neurosis simultáneas (como es el caso de varios que conozco y que no voy a nombrar por cortesía). En cambio los pareceres imaginables tienen la costumbre no sólo de bifurcarse, sino que pueden trifurcarse, cuatrifurcarse y hasta enefurcase en senderos tan resbalosos como diversos.

Pero me acuerdo ahora de esa famosa reflexión acerca de que las cosas no son (o no suelen ser) otra cosa que lo que parecen ser, o algo por el estilo. Y acá ya me perdí y paré un taxi que me llevó de vuelta hasta mi casa.