A mi amada Dulcinea:
Desde el silencio podría susurrarte la brisa enamorada del alba. Tan lejos, tan lejana, que dormido sueño que te tengo, dormido despierto ante tus palabras y dormido acabo rindiéndome ante tu desvelo.
Entre estos campos y caminos, tras las piedras se esconde mi esperanza, inútil es ella; dolorida y triste te espera, triste de haberte perdido. Mi soledad está llorando, después de haber tenido todo, es ahora cuando se encuentra herida. Y por las noches, intento iluminarme, a pesar de estar sumido en un estado oscurecido por la tristeza.
Tras mi armadura, mi loco ensueño: no poder sentir palabra alguna, no tener rey dorado que tueste mi firmeza, ningún suspiro que modele mi corazón.
Desarmado y desnudo lucho contra mis sentidos, vestido sólo de los recuerdos, ropaje que abrasa todas mis heridas; lleno por dentro y vacío por fuera de ti.
No me permitas que te inunde con mis lágrimas, no me permitas que mis labios te susurren, porque hasta mis palabras se convierten en ti, que eres verso. Así que déjame que sólo te traiga algún sol que nos ilumine porque estos días nublados, nublan aún más mi vista.
¡Quédate! Te pido, que con mis desnudas muecas al aire derribo, en el que estos montes, estos llanos, me lloran, me llaman y me llenan de melancolía.
¡Me grito cobarde a mí mismo!, y sin servirme de precedente vuelvo a gritarme con osadía.
Quisiera llegar a tiempo a tu camino y seguirte hasta la tierra que tu suerte bendice; que yo, con desdicha, iré a parar sin más a la muerte.
Siempre tuyo, Don Quijote de la Mancha
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CARTERO