manocruel ©: 11/01/2003 - 12/01/2003

28.11.03

AFRODITA EN CELO

Pensaste en la muerte alguna vez. Incluso la buscaste o ella te buscó a vos. Te habrá pisado los talones sin que lo notaras, o endulzado la nuca con sus tibios jadeos de Afrodita en celo. Se toparon en alguna esquina y sus ojos se posaron sobre los tuyos, desafiantes o solidarios. Le habrás rehuido, enfrentado o abrazado como al último madero en medio del mar (salvador espurio o paradoja de la flotación: hay quienes prefieren salvarse de la vida). Como fuere: frente, delante o detrás de ella siempre se está solo y desnudo.

Pero ¿qué y cuánto es lo que puede decirse o pensarse de cara a la muerte -propia o ajena, esperada o desesperada- si, cuando por fin toma asiento frente a vos -y serenamente ufanada en tan bestial, absoluto e irrevocable opuesto a la vida-, te mira a los ojos y te llama a respetuoso silencio con una sola, muda e irrefutable bofetada: su presencia?


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26.11.03

Porque el hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible superación. Pero en ese caso ¿qué haremos? Para que el aire sea respirable tendrá que dejar paso a las acciones, a los deseos, que a su vez tenemos que superar: tendrá que dejar de ser paraíso. La belleza de la tierra prometida es que ella prometía nuevas promesas. Los paraísos inmóviles no pueden prometer más que un eterno aburrimiento.


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beauvoir

Pyrrhus et Cinéas


24.11.03

LA MADMORFOSIS

mad


mad-bush


bush-madness


Otra broma pesada de la historia.


21.11.03

GRAFITTI I

La democracia se acaba donde se acaba la obediencia.


GRAFITTI II

No sabía que era un imposible.

Fue y lo hizo.


20.11.03

En esta época en la que ocurre justamente lo que uno no podía imaginarse, y en la que ha de ocurrir lo que uno ya no podía imaginarse, si pudiera, no ocurriría; en esta época tan seria que se ha muerto de risa ante la posibilidad de que pudiera ir en serio; que sorprendida por su lado trágico busca el modo de disiparse, y al pillarse con las manos en la masa se pone a buscar palabras; en esta época ruidosa que retiembla con la sinfonía estremecedora de acciones que provocan noticias y de noticias que disculpan acciones, en una época así no esperen de mí ni una sola palabra propia. Ninguna salvo ésta, justamente la que protege aún al silencio de ser malentendido. Pues hasta ese punto está firmemente asentado en mí el respeto por lo intocable del lenguaje, por su condición subordinada a la desgracia. En los reinos donde sobra escasez de fantasías, donde muere el hombre de hambre espiritual sin husmear siquiera lo ayuno de su alma, donde la pluma se moja en sangre y la espada en tinta, allí ha de hacerse lo que se piensa, pero lo que llega sólo a pensarse es inexpresable. No esperen de mí una sola palabra. Ni sería yo capaz de decir alguna nueva: a tanto llega el estruendo en el cuarto en que uno escribe, y no es momento de decidir si procede de animales, o de niños, o tan solo de morteros. Quien hace honor a las acciones deshonra acción y palabra a un tiempo y es doblemente despreciable. Es ése un oficio que no se ha extinguido. Los que ahora nada tienen que decir porque la acción tiene la palabra siguen hablando. ¡Quién tenga algo que decir que dé el paso al frente y calle!


Kraws

Karl Kraus
La Antorcha (1899-1935)


19.11.03

Llovía.
Diluviaba.

Algo más que torrencialmente. Diluviaba oceánicamente: nadie podía esperar que un mar pudiera viajar así, como un avión, de un planeta a otro. La atmósfera se había transformado en un mar sin peces. Se hallaba próximo el instante en que éstos iban a poder salir tranquilamente de los estanques para pasearse por la gran bola acuática de la ex atmósfera. Ya muchos sacaban sus cabezas de un agua para ponerlas en la otra y quedaban así, como mansetud de niños, como cocodrilos a medio sumergir.

La ciudad entera guarecida bajo los tejados se veía impotente para resistir aquel diluvio que caía como en los sueños al ralenti, pareciendo, de tan compacto, no caer sino quedarse.



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Diluvio (texto completo)
Luis Buñuel


13.11.03

OTRA COSA

En la universidad tenía un profesor al que no le gustaba que grabaran sus clases. Con cierta razón argumentaba que tenía derecho a preservar la irrepetibilidad de su propia voz.

En esas cuestiones en las que todo está por pensarse, se ponía a pensar en voz alta, y generalmente nos dejaba pensando a todos los presentes, aunque (raro, o no tan raro) en alguna cuestión esencialmente diferente.

Todo es efímero e impredecible.
Nada vuelve a repetirse, el caos es la regla.

Será mejor tratar de pensar en otra cosa.




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7.11.03

INSECTO

Franz


Acababa de dormir una siesta envidiable. La elección del escondite no pudo ser más acertada y la sombra de los cartelotes de marlboro le otorgó la indispensable cuota de frescura a su descanso diario. Era la hora de la merienda y, por no demorarse vigilando lo que pudiera venir de los flancos, desbordante de vitalidad (alimentado comúnmente a la manera en que todo insecto aspiraría a hacerlo), abandonó su madriguera oscura y se lanzó como un bólido, alocado, a atravesar la vereda. Repentinamente deslumbrado por la furia del sol estival, se detuvo a medio camino a examinar el horizonte nuevo y luminoso que lo saludaba a cachetazos. Tras el instante obligado de ceguera, (como un pollo dorándose al spiedo a la hora de la cena, con su encantador movimiento circular y su embriagador perfume) se reveló ante sus sentidos un suculento cúmulo de desperdicios urbanos cociéndose lentamente al calor del pavimento. Sin pensarlo una sola vez, con el frenético concierto de tripas segándole la razón, reemprendió su carrera kamikaze en procura del indispensable abastecimiento.

Sólo por azar caminábamos por ahí -porque a esa hora es raleado el tránsito de peatones-. Nos vio, evidentemente, a pesar del arrebato que lo impulsaba, y es seguro que haya visto, en nuestro andar despreocupado, a su enemigo primigenio, a su más ancestral antagonía. Viró noventa grados y enfiló amenazante hacia nosotras. Profundamente asqueadas -y con un par de pisotones- pusimos fin a su pueril omnipotencia posmoderna. Y seguimos camino. Ahí quedó su cadáver despanzurrado. Sus extremidades graciosamente dislocadas. Sus tripas grisáceas friéndose junto a la basura semidescompuesta.

Que aprendan estos bicharracos a quién pertenece este mundo. Que vean de lo que somos capaces las cucarachas.



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