
seguidamente, siempre de acuerdo al relato de los presentes, ambos vehículos detuvieron en seco su marcha y los exaltados conductores se apresuraron a intercambiar una confusa serie de gruesos epítetos con el dudoso objeto de acercar posiciones.
cabe suponer que las negociaciones no llegaron a buen término, puesto que -ante la azorada mirada de los alumnos y profesores, más acostumbrados al canto de los pájaros y al murmullo del viento entre los árboles-, los enajenados individuos comenzaron de inmediato a golpearse, forcejear y rodar por el piso, mientras un tercer individuo (acompañante del automovilista) observaba atentamente la escena sin realizar la más mínima intervención.
al cabo de uno o dos minutos de lucha, trabados en el piso y técnicamente empatados, ambos contrincantes acordaron (o más bien gruñeron) una tregua, momento que marcó el virtual cese de las hostilidades.
entre insultos y amenazas, los agitados oponentes (tal vez ya sospechando la inutilidad de la disputa) regresaron a sus respectivos móviles y retomaron su camino, abandonando el escenario como si nada hubiera ocurrido.
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