manocruel ©

1.11.05

uno

este es el poema del día uno, no del uno que se arrastra, como dicen, entre espinas, sino del uno que camina erecto cual pene pétreo y gentil.

por otro lado uno es, ademas (y más bien cerca de cualquier egocentrismo), el número primero, al que le seguirán, si uno así lo desea y se lo propone, una serie de otras unidades sensiblemente diferentes, a las que egocéntricamente podríamos llamar "los demás".

no sé bien por qué, pero parece que no es aconsejable empezar por el número dos o el tres, por ejemplo, con lo cual discrepo, puesto que si uno se comportara en modo ramdom, cualquier número pasaría automáticamente a ser el primero.

pensándolo nada más que un poquito, tal vez sea porque ni el dos ni el tres son uno, algo intolerable desde un punto de vista individualista.

al cabo, lo que importa es ese uno, mover la primera piedra, lanzar la primera puteada, decir el primer no o el primer sí, moverse, perder el equilibrio, salir de la inercia, que es la propiedad de los cuerpos de no modificar su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza, pero que también es rutina o desidia.

y así uno llega a preguntarse o al menos tiene derecho a hacerlo: ¿de dónde saldría esa fuera capaz de sacar a un cuerpo de su inercia?, ¡pues hombre!, si uno fuese una piedra, podría (¿podría?) sentarse a esperar que la fuerza viniera de algún otra fuente de energía externa, y así, por carecer de motor propio, una vez cortado el suministro, el movimiento iría muriendo hasta volver a cero, que ya es menos que uno.

así que no siendo uno piedra, sobre todo por orgullo, tal fuerza deberá manar de sí mismo, de uno mismo, de su propia nada tendiente a la inmovilidad.

y... y... y...

además, uno no quiere decir yo, encuadra en la categoría de colectivo de identificación y refiere concretamente a nosotros.