manocruel ©

7.12.04

Pesadilla de una noche de verano (*)

Tengo la sangre envenenada de andar masticando flores con aroma y sabor a mierda hipócrita.
Como un perro que sólo sabe de puntapiés y gruñonadas, muestro colmillos a quien se acerque con visos de sobarme la espalda y, cuando la cadena zafa de tanto tirón, salgo (lo hago cada vez que puedo) a la calle a hincar dientes. Dispongo de excelente contextura, ágil y veloz, y a fuerza de roer huesos pelados, de una dentadura afilada como hilera de cuchillas. Es verdad, primero muerdo y luego pregunto si sos o no un cretino simulador. Es que no hay tiempo, la perrera está a la caza y los minutos cuentan y, dado que hay sobreabundancia de cretinaje (resultado previsible de la natural dialéctica del mercado) sería un verdadero desperdicio detenerse en consideraciones.
El objetivo, queda claro, es morder cretinos, fecundar con mi ponzoña a tantos de ellos como sea posible. Soy (somos, a decir verdad) un detrito anexo, bonus track de aquella misma dialéctica. Que alguien me diga (que alguien se atreva a decir) que no tengo derecho a devolver con saña lo que con saña me fue dado. Que alguien se atreva a hablarme de legitimidad, de justicia y de la otra mejilla.

Anoche soñé que iba de acá para allá portando un bate de baseball en la mano derecha. Ya sé que es un símbolo fálico, pero eso ahora no cuenta. No es sólo eso. Es un ¡hey, dont´t fuck with me any more, porque nada es gratis y por ésta que te la voy a cobrar!


(*) Enero 2003